ENCUENTRO EN UN CYBER
Eramos nosotros, los mismos de siempre.
Tú el poeta, yo la que intenta,
traspasados por el dolor del dinero,
extranjeros en una ciudad que huele a todo
menos al humo de las rukas de nuestros
antepasados.
Tú vestido de obrero en tiempos de vil
centenario,
disfraz que no te sienta, no te pertenece,
te convierte en sombra que camina errante
por el centro de las alamedas ,
llevando en una mano tus herramientas
y en la otra una caja de tristezas…
Yo la que juega a no saber,
socia honoris causa del club de las que más
sufren,
aún me resisto a clavar en mi morada un letrero
que le avise al mundo que allí pertenezco.
Eramos los dos
saludo breve como de lamgen que se encuentran
en el recodo cualquiera de una loma,
lugar por donde antes corrieron
y jugaron nuestros padres y madres,
pero en vez de sentarnos en la tranca
a cuidar las ovejas y oler los eucaliptos,
cada uno eligió a la rápida un computador
para meterse lo antes posible a un pedazo de
facebook.
Con apuro dijimos adiós,
había que aprovechar que la hora la cobraban
a trescientos pesos.
El placer de contactar amistades
y amores si
tiene precio,
como dice la propaganda:
“para todo lo demás, está el sistema”.
Allá lejos, entre canelos y boldos
se escuchan las risas de niñas y niños que
todavía
juegan a pata pelá, comen manzanas verdes
y harina tostada remojada con agua del estero.
Aseguran que no les interesa ver tele
mientras eso les signifique
aguantar las humillaciones
de un padrastro soberbio
y no poder comprender el silencio de una madre
que nada tiene que ver con esas mujeres
delgadas y rubias de los comerciales
que jamás acarrearán agua para regar
con cariño la huerta
ni prepararán caldo de papas con locro
para cuando el hombre se haya tomado
toda la plata y no haya qué echarle a la olla.
Esos niños y niñas
nos señalan a ambos
el camino de tierra roja
para que no nos extraviemos
a la hora del regreso.
LAMASHI
C O N A D I*
Me dio vergüenza.
No pude contarle a mi tío Faustino
que un día se me ocurrió sacar un certificado
que acreditara que soy mapuche.
Según dijeron en el comité de allegados
era lo que se necesitaba
para postular al famoso subsidio.
En cuanto abracé a mi tío,
supe que era una vergüenza;
como si nunca hubiese respirado el olor de los
hualles,
ni hubiese contemplado la tierra roja de
Collico Bajo,
o jamás hubiese visto a la palu Juana
preparar el mate y cosechar papas a sus
setenta años.
Me dio vergüenza
olvidar la quinta de manzanas de mi abuelo
José
y no recordar cómo me había sanado mi abuela
Sofía
con natre y matico
la vez que me dio el pirru.
Recuerdo que me retiré en silencio,
demasiada gente esperaba un certificado,
la respuesta a una duda,
la solución a un problema…
todos obedientes y sumisos con un ticket en la
mano
Tras una espera de casi dos horas
entregué mi “número” a alguien que venía
llegando, le desee suerte
y bajé corriendo las escaleras
de aquel edificio en donde se suponía
me entregarían la identidad que me permitiría
estudiar, tener una casay decir con todas las de la ley, soy mapuche.
LAMASHI
* CONADI es la sigla que en $hile representa a la "Corporación Nacional de Desarrollo Indígena" de Chile
Palu
: tía
Pirru
: sarna
Lamashi es poeta, mapuche, feminista autónoma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario