sábado, 3 de octubre de 2015

ELIJO EL IMPERDÓN

"Pidan todo el Perdón que quieran, pero digan Dónde Están..."... (foto: v.a.)
Elijo el Imperdón, a 40 años
Las cicatrices nos recuerdan quiénes somos cuando la geografía intoxicada de invasiones lo niega, cuando nuestra biografía, por el dolor, las borra. Nos adentramos en ellas, buceamos, renace la memoria, la restituimos. Podemos decidir y continuar con la memoria y desde la memoria.

El imperdón no es un puro gesto o testarudez, es memoria y decisión. Las mujeres abusadas organizadas en autoayuda colectiva han hecho ese camino en distintas partes de la tierra. Muchas han decidido no perdonar, han sanado y nos han regalado esa sabiduría a otras sobrevivientes. Hay mucho que aprender de las mujeres en comunidad.

Esta correría de perdones a 40 años del golpe fascista, suena más a pechoñería que a terapia y huele a pura mierda. Es un perdón facineroso muy bien guiado por el circo electoral que se nos viene.

En lo personal no les perdono los champañazos mientras nos perseguían, tampoco  la delación y el silencio cuando nos allanaban, ni las sonrisas mientras se llevaban a los amigos que devolvían acribillados. Eso y más perpetró mis cicatrices.
La memoria del imperdón no es simbólica, relativa ni diversa. Es corporal, material, concreta. Y no es interpretable…

¿Qué interpretación podría dársele a las violaciones con ratas y perros, a las quemaduras de cigarrillo en por todo el cuerpo, a cuerpos engrapados, a la corriente en los genitales, en la boca y los oídos, a colgar por horas al torturado de manos y pies amarradas, a sumergirles en líquidos podridos y en excrementos, a gente lanzada desde helicópteros viva o muerta, a secuestros de guaguas, a mujeres a la que hicieron abortar a golpes…?...
Eso no fue relativo. Es biografía y geografía concreta.
La herida fascista se lleva en el cuerpo. Es una herida memorial de crímenes, resistencia y rebeldía.

¿Perdonar en nombre de quienes quedaron congelados en unas fotos que preguntan DONDE ESTÁN?
¿Perdonar como si pudiésemos detener sensaciones, emociones, sentimientos de todo un pueblo en revolución que fue truncado con metrallas?

¿Cómo perdonar cuatro décadas neoliberales que hasta a jóvenes en lucha hoy, les hace hablar en difícil, simbólicamente, desde el tullido escalón de clase que ganaron con todo ese crédito que pagarán de por vida y que les ha servido para salir de la pobla…?

Hubo un tiempo en que la población, la Toma, no fueron vergonzosas sino dignas. Sin pavimento, pero bien caminadas por la educación popular que no tenía giro comercial ni nombre institucional. Tampoco cundían los créditos, el boletín comercial y menos los malls.

Tengo grabada una memoria de debates entre políticos que no eran melosos y domingos de trabajos voluntarios contra la sedición. Es una memoria de construcción para devenir a otro lugar. No sé si a nunca jamás o a un socialismo más utópico que real, pero lo que sí sé, es que no fue para venir a dar a este E$tado de Dere$ho del terror disfrazado.
He nutrido mi memoria con la de otras un poco más viejas y sé que las más jóvenes se nutren con la nuestra. No hay que haberlo vivido para entender que esa construcción política ni en sus peores pesadillas imaginó la población neoprenera -ahora pastabasera-, que de revoluciones mutó en negaciones y carteles de la droga. Nunca planeó la miseria disfrazada de créditos, ni deseó a sus niños y niñas una infancia con la bolsa hinchada de neoprén en la cara, y jamás hubiera soñado con su hombre nuevo individualista, aspirante a una clase media arribista, que de tantas frustraciones, depresiones y estrés, terminaría en un ruco fumando pasta base, dolorosamente aislado.
  
“Apagón cultural”, le llamaron en un tiempo a este espanto desatado. Comenzamos a vivir en un país en que hasta “La novicia rebelde” era censurada. Me acuerdo que el desenlace editado por los sirvientes televisivos de los milicos, dejó pasar sólo hasta la escena en que Julie (Andrews), la aspirante a monja y Cristopher (Plummer), el antifascista barón que se negó a izar la bandera nazi, se besaban por primera vez. Cortaron las escenas en que burlaban a la Gestapo. Supe cómo terminaba esa película sólo un par de décadas más tarde porque fueron 17 años en que ya no estaba para ver películas, ni leer historietas. Eso se había quedado enterrado junto con los libros que hubo que esconder. Se había quemado en las piras de sueños brujos que nos destruyeron en cada allanamiento. Se había muerto junto con las mascotas que nos acribillaron. Había desaparecido como los compañeros, las jóvenes rebeldes y los niños, cuyos cuerpos aún no se sabe DÓNDE ESTÁN, o cuyos restos han sido entregados momificados.

Colocada ya la bandera nazi en versión criolla por 17 años en $hile, ésta ha seguido izada, pero más piola, por otros 23. La entrega a los mismos que fraguaron el golpe, fue máxima. Muchos chiquillos y chiquillas que de patear piedras habían pasado a la autodefensa ante la tortura, fueron avisados que se cancelaba el legítimo derecho a la rebelión porque una farsante alegría negociada ya venía.

No perdonar ni devanearse ni coquetear con la hipocresía puede conservarnos la dignidad en vez de hacernos vivir en la constante humillación.
El imperdón puede confrontar la negación que se toma nuestro territorio y salvar nuestra biografía y su autodefensa.
El imperdón es memoria, cuerpo, acción colectiva. Es reconocer que el Golpe duele y ha sido ignorado, está latente, late, aparece siempre y de manera errática porque se ha intentado borrar. Sólo al reconocerse, se descubre el verdadero impacto que ha tenido. Se restituyen la biografía y la geografía de quien sea que seamos desde lo íntimo, lo personal y lo público… Nos han diseminado, pero hemos sido pueblo resistente a pesar de los pesares. Somos sobrevivientes. Puede ser notablemente restaurador el camino del imperdón. No avergonzarnos de haber sido víctimas, agradecer la resistencia, seguir con las rebeldías, es un proceso que hay que hacer. Yo elijo el Imperdón.

victoria aldunate, lesbiana feminista, sobreviviente ex pp de la Dictadura, escritora y terapeuta (2013)

sábado, 14 de febrero de 2015

RELATOS DE UNA DESVIANA: HOY MI VECINA NO LAVÓ

Hoy mi Vecina no Lavó
X Relatos de una Desviana/Segundo Patio Agrupación Política Disidente
Debe ser casi un año que vivo acá, una población silenciosa en Padre las Casas; donde la mayoría de las mujeres son dueñas de casas, y por supuesto naturalizado para el poder (Patriarcal) obedientes, silenciosas, y sin salario.

Ni siquiera supe su nombre, una mujer joven de unos 60 años, nunca la escuche reír, muy poco hablar; ni
siquiera pal 18, en navidad o año nuevo, escuche señales de Fiesta, música, ruido. Solo, a veces sentía su mirar, una presencia curiosa; que se hacía sentir con más intensidad, en mis risas cómplices  lésbicas, yo sentía que ella nos miraba queriendo ver, o quizás queriendo sentir un poco de ese placer.
Pocas veces nuestras miradas se cruzaron; solamente cuando ella colgaba o descolgaba ropa en el patio; mientras yo colgaba o descolgaba ropa a medio vestir.
Algo cómplice tenía su mirada, algo…yo también la espiaba me producía muchas preguntas, incluso muchas veces fue conversación en la mesa; sentir que la vida de la vecina giraba en torno a lavar, colgar y descolgar la ropa, incluso pal 18, Navidad y año nuevo; No hubo ningún día en que ella no  realizara el diario ritual.
Así casi anónima para mí este 14 de febrero, tipo 4 de la madrugada; murió de un infarto al corazón; tan silenciosa como ella en la casa no sentí llantos, ni plegarias, ni sollozos.
Presiento que su corazón estallo de pena, pena que nunca hablo quizás.
Escribo esto, mientras miro por la ventana, veo  uno de sus hijos pintar la cruz que la acompañara en el cementerio.

Mientras en el cordel cuelga un vestón negro, y  unas ropas negras.
Hoy mi vecina No Lavó, y en todo el tiempo que vivo acá, solo hoy faltó a su cita.
No puedo dejar de pensar, en las cientos, miles y millones de mujeres que viven por y para  otrxs, sus padres, luego sus maridos, luego lxs hijxs, nietxs, u otros familiares; nunca para ellas, nunca fueron para ellas.  En un país que se jacta de tener una Presidenta mujer, viven miles de Esclavas en los campos y los lugares más aislados  están llenos de ellas. Mujeres que van a morir y van a ser enterradas en la tierra que trabajaron sus ancentras, que trabajan sus hijas pero que nunca serán de ellas.

Somos la mitad del mundo, hemos sido obligadas a hacernos cargo de las  vida cotidianas de manera gratuita, hemos sido vendidas, Esclavizadas, abusadas, violadas, maltratadas, Mutiladas, Torturadas, Encarceladas, Asesinadas,  Desaparecidas, obligadas a parir y criar una y otra vez. Se nos ha negado nuestro cuerpo, nuestro placer, nuestras múltiples sexualidades el goce. Se nos inculco con sangre la obediencia. Y esto no es algo del pasado, Esto es PRESENTE, es Hoy…

Me Resisto, me Rebelo a un mundo tan brutal y tan real en la Violencia hacia las Mujeres. Me enojo, me desespera saber que Violencia hacia la mujeres nunca terminara, que es una Violencia Estructural. Que en definitiva sostiene al Capitalismo y al Neoliberalismo.

Hoy mi vecina no lavó…Hoy la recuerdo en este breve relato, porque para mí fue importante, y porque existen millones como ella…”Dedicadas a solo servir a lxs demás”.

“Cada Mujer que se Rebela, es y Será Multiplicadora de Rebeldías”.

Fuente: Segundo Patio Agrupación Política Disidente

sábado, 10 de enero de 2015

YA NO ME GUSTAS

("Taura". v.a.)


YA NO ME GUSTAS
No me gusta cuando me haces callar
porque no estoy ausente y no quiero estar…

¡No me gusta que me violes!
¡No me “lo busqué”!
¡No me “lo merezco”!
¡No me gusta que me acoses!
Me enfermas, me asqueas.
No me gustan tus “piropos” y me agota tu estupidez. 
Tus burlas hieren mi conciencia
Tus chistes a mis espaldas destripan tus doctrinas de liberación.
El desprestigio de mis ideas y mi ser, devela tu cobardía.
Nos cotizas como mercancías,
obtienes ganancias.
Nos vendes
nos intercambias
nos clasificas.
¡Ya no me gustas!

Tu alegría masculina se yergue sobre el dolor de mis hermanas.
El hielo de tus palabras congelan cualquier beso que alguna vez te quise dar.
No te creo cuando dices que te gustan "tanto” las mujeres…
No te creo porque veo el odio surgiendo desde el color de tu sonrisa…
Te veo, te huelo, radiografío tu apetito por los otros hombres…
…(ese deseo que escondes como un pecado que no te deja vivir).
¡No me gusta tu homofobia!

No quiero oír que “me ayudas en casa”,
es mentira, no me ayudas  porque ese no es “mi” trabajo.
No quiero leer tus discursos de “género e igualdad”
son tinta muerta en todas tus revoluciones y gobiernos populares al mayoreo.
No puedo ni oír siquiera la palabra “autonomía” en tus “planes y proyectos”.
Garabateas mientras te apropias de mi útero, mis crías y mi fuerza con tus leyes y matrimonios.
¡No me gustan tus gobiernos!

No quiero que prediques tu "enorme generosidad"…
que eres distinto…
que tú no oprimes…
porque con esa ostentación sólo niegas tus privilegios
los mismos que constituyen mi opresión…
Los niegas, los escondes, pero los gozas instituidos y “naturales”.
¡No me gusta tu institución!

Ya no me gustas.
Aprendí a abstraerme de ti;
no te busco, no te sirvo, no te agrado.
Aprendí a ejercitar mis palabras,
y ellas crecieron más certeras que tus golpes.
No me dejo, no coloco la otra mejilla, no me callo la boca.
Aprendí a amar a otras mujeres
(Y no lo escondo porque no es pecado, ni me importa que lo sea).
Te expulsé de mi lecho
Aprendí a no depender de ti
Soy propia, dependo de mí.
Tú ya no me gustas.
victoria aldunate, enero 2015  

LO PEOR, NO SOMOS NOSOTRAS…

(Grupo de teatro Catalejo. Escena de la obra: "A quién quiera escuchar". Foto: v.a)


LO PEOR NO SOMOS NOSOTRAS…*
 “¿En serio no crees que soy lo peor?”… 
Ayer en la noche nos abrazamos con mi hermano en el colchón en el suelo en que debe dormir, y volví a sentir que soy lo peor… La peor hermana, la peor madre. Lo peor de lo peor. Doy puros problemas… ¡Pobre de mis hijas! ¡Pobre mi hermano que nunca he podido protegerlo como debiera!
El José, mi hermano, está viviendo en la casa de la Bernarda, mi hermana. Mi cuñado aceptó recibirlo porque el José ya está rehabilitado y trabajando, pero no le pone cama: “¡En el suelo no más!”, le dice.
En la mañana mi cuñado vino y me pateó para que me despertara: “¡Ya pa afuera! ¡Y no te quiero ver por acá de nuevo!“, gritó. Mi hermana le rogó que no me echara altiro, pero él le dio una mirada que me heló la sangre. Fue como ver a mi padre... Me paré rápido de ahí. Vi a mi hermano apretar los puños, pero no pudo hacer nada, no tiene donde vivir.

Llegué ahí porque el José fue anoche a buscarme a la calle, él también ha sido adicto y sabe cómo es. Entonces me llevó a la casa de mi hermana porque no tiene otro lugar. “¡No metas bulla por favor Rosa pa que el Mario no te cache!”, me dijo la Bernarda. “Ni una taza de té puedo darte, porque se puede despertar”.
Yo tiritaba y el José me abrazó para que no tuviera tanto frío y me dijo: “¿Qué vamos a hacer hermana?”. Y yo en vez de responderle, lloré y lloré... Sentí que en ese colchón volvíamos a ser niños temblando de miedo... Me dieron ganas de consumir...

Cuando chicos nuestro padre le pegaba siempre a él, le decía que era un huacho feo. Cuando mi padre ya iba a llegar a la casa el José se orinaba y comenzaba a tiritar y mi mamá nos acostaba. Teníamos una sola cama para dormir todos los hermanos. El José se ponía siempre cerca de mí porque yo le cantaba esa canción: “Duérmete niño, duérmete ya…”. Cuando sonaba la puerta, yo trataba de esconderlo con mi cuerpo para que mi padre no lo encontrara, pero me lo arrancaba, lo sacaba a patadas de la cama y lo golpeaba hasta que lo dejaba ensangrentado… 

Cuando el José cumplió 12 años, no hubo ningún festejo, al contrario, nuestro padre le pegó doce palos en las manos. Sus deditos sangraban, mi mamá imploraba y parecía que mi padre más le pegaba… el José estaba orinándose, aterrorizado y mi padre fue pegándole lento, de golpe en golpe, uno por cada año… Le dijo que le pegaba por haber nacido. Luego agarró a mi mamá y la arrastró de los pelos al baño, cerró la puerta y escuchamos que ella dijo “¡No, por favor, no!” y nada más… Mis hermanas gritaban en la puerta del baño: “¡Mamita!”… Pero mi padre jamás se compadecía… Cuando él salió del baño se fue a la calle sin mirarnos siquiera. Entonces la vimos, hecha un ovillo en el suelo, al lado del excusado, llorando silenciosa...

Así me quedé yo anoche luego de que los dos tipos me violaron. Me acerqué a pedirles una pasta y me dijeron que pasara. Cuando entré al ruco sentí algo malo… si parece que el pecho me avisaba, pero me quedé, no podía aguantarme... Tenía una luca no más. Cuando ya llevaba cinco, uno me dijo: “¿Tenis más plata?”. Le respondí que no. “¡Ya!”, me gritó, “¡arriba entonces!”. Como yo no me paraba, me agarró del brazo y me tiró contra la pared; me subió la falda, me sacó los calzones y comenzó a violarme. Yo le rogué “¡No, por favor, no”… imploré igual que mi mamá le imploraba a mi padre (pero cuando ellos quieren hacernos esto, no paran)... Me violaron por turno, varias veces los dos, después me echaron a empellones de su ruco. Caminé como pude, tiritando y me senté en una plaza... De repente me di cuenta que estaba llorando, tenía la cara mojada, las lágrimas me daban frío… Y me dije: “Yo me lo busqué”… “Soy lo peor”… Ahora siento asco, me siento la mujer más sucia aunque me bañe mil veces…

“¿Tú de verdad crees que no me lo merezco?”…

Desde chica he sentido que no debí haber nacido. Ahora siento que debería morirme, pero que soy muy cobarde para matarme… Mientras mi marido me insultaba hace unos días, mi hija me gritó: “¡Muérete vieja puta, no llores, no hables, no quiero oírte ni verte, debían matarte!”. Ella está en la Universidad, en tercer año de su carrera profesional y también piensa que yo soy lo peor y yo me digo que quizás tiene razón…
¿Para qué estoy viva si soy una drogadicta?… lo peor... porque ser mujer drogadicta es hasta peor que ser hombre drogadicto… son ellos los que nos violan a nosotras… La gente me mira con mucho desprecio. Hay quienes me han dicho que es más feo una mujer que un hombre, y nadie entiende por qué no me aguanto de consumir. En el consultorio me dan remedios porque dicen que soy depresiva, yo me tomo los remedios, me aguanto unos días y vuelvo a consumir.

¿Sabes? Yo ni sé andar en el metro; no sé hacer un trámite, mi marido dice que soy la peor dueña de casa, que mi madre nunca me enseñó. Es que yo, igual que ella, no sé leer ni escribir. Mi hija se ríe de mí por ignorante. Su padre siempre ha hecho chistes por esto de que yo no puedo ni anotar un teléfono. Las niñas, de chicas se reían con él, pero ahora sólo la del medio, la universitaria, se sigue burlando de mí... La mayor no y la menor no se mete.
Mi hija mayor está casada. Ella, pobrecita, llora cuando me ve mal: “¡Mamita!”, me dice, “¿por qué usted salió así?”… Me acompaña al consultorio esperanzada de que yo cambie. Se arriesga por mí, porque tiene cinco niñitos y el marido se enoja mucho si sabe que se junta conmigo. Mi yerno también cree que yo soy lo peor. “Tu mamá ya no tiene arreglo”, le dice, “tenis que estar en tu casa con tus hijos, haciendo las cosas y no andar con la vieja esa”… Ella tiene que salir escondida de la casa… porque ¿qué haría ella si él la deja sola con cinco niñitos?... Yo le digo: “Mijita, váyase no más, que no la pillen que anda conmigo”… Y me da tanta pena ser lo peor y que a la pobrecita le tocara justo esta madre que soy yo...

“¿En serio no crees que soy lo peor?”…
  
*Relato basado en el testimonio de una mujer atendida
victoria aldunate, terapeuta feminista.